Enamorado

La verdad es que con las maravillas que están escritas hace tantos miles de años a veces no es fácil ponerse a escribir cosas nuevas. Sobre todo porque siempre, en última y fundamental instancia, la práctica es lo que realmente hace que comprendamos, que profundicemos, que disfrutemos.

Explicar aquí que acercarse al camino de la meditación es algo fácil y cotidiado no es lo mismo que vivirlo y descubrirlo.

Describir que las escuelas fundamentales podrían resumirse en dos: la del goce y la de la muerte, y que las dos escuelas son la misma escuela, es algo que necesita ser acompañado con la vivencia de la práctica.

Es necesaria, imprescindible, la práctica para descubrir que en realidad la muerte es un goce, quizás el más extremo de todos los goces.

Y que el goce es una muerte contínua.

Dejando de querer congelar momentos imposibles de retener y viviendo con intensidad, la transformación es real y profunda.

Es decir, aceptando la muerte en continuidad como el goce en continuidad, decubrimos algo más allá de las palabras pero que se menciona en todas las culturas de todas las épocas y lugares.

Soltar y descubrir.

Todo esto es como intentar describir los rayos del Sol acariciando las hojas de un olivo mecidas por el viento y protegidas por un muro donde algunas palomas descansan en su revolotear gozoso.

Es como tratar de escuchar a las gotas de agua en su efímero viaje de la inmensidad a la inmensidad cuando, salpicándolas al aire, jugueteamos en el mar.

Si decides leer antes de prácticar deja que las palabras vibren dentro de ti como vibra el sonido de una campana que se expande por la soleada plaza donde la vida transcurre fácil y cotidianamente.

La práctica es simple y directa.

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