La firma

Tú que quieres conocer mi sabiduría,
A Dios dirige tus preguntas,
Pues los hombres no me conocen,
Ocultos para ellos están mis estados,
Búscame acercándote
A Él más allà del estado de servidumbre,
Pues en el universo creado
De mí no queda ningún rastro.
Soy una manifestación
De la presencia del Señor,
Tal como mi estado claramente testifica.
Soy un río de la desbordante
Misericordia del Misericordísimo
Que inunda la tierra para que los hombres vean.
Espíritu era antes de mi servidumbre,
Ahora he regresado al hogar, soy libre de nuevo.
No creas que soy yo lo que ves aquí
Revestido de cualidades humanas,
Pues más allá están los arquetipos,
La Vestidura Eterna del Espíritu.
Si pudieras mirar a donde estoy,
En la Presencia Santísima,
Me verías Solo, y a nadie más;
Pero la Verdad me ha cubierto con un manto
Y tu mirada no puede alcanzarme.
Me ves, pero no me ves,
Con tu mirada negligente.
Aguza el ojo de tu fe, y mira
Con una mirada de la más pura visión.
Luego, si tu fe se vuelve certidumbre,
Puede ser que me descubras.
Me encontrarás revestido de los Secretos
Y de las Luces que pertenecen a nuestro Profeta.
Verás ángeles celestiales,
Ojos vigilantes a mi servicio. Descubrirás
Que mi señor me ha elegido.
Desde mi resplandece a través de lo que hay en mi,
Tú le ves cuando me ves,
Pero no percibes la Verdad,
Mi señor me ha guiado,
Y me ha concedido la visión más pura,
Me ha enseñado a conocerme a mi mismo,
Me ha enseñado a conocer la Verdad del Espíritu.
Si quieres, pues, captar mi sabiduría,
Acompañame y estate atento,
Escúchame, repite mis palabras,
Sin elevar tu voz por encima de la mía.
No ves en el mundo más que a mí.
No trates, pues, de mirar más allá de mi,
Y no creas que de mí estás al abrigo:
Tu estado no está oculto para mi.
Así pues, si eres verdaderamente mío,
Siervo sincero de su Señor,
Pruébalo, no con la lengua sólo,
Porque la lengua es prodigiosamente falsa.
Echa tu alma sobre la punta de la lanza,
Y muere con una muerte total,
Ocúpate de mí, no de ti,
O si no despídete y parte.

Yo transmito lo que mi Maestro
Buzidi, muerto a la creación,
Me transmitió antes de morir su cuerpo,
Abandona aquí todo lo que es tuyo,
Elévate hacia Dios, despójate de los mundos,
Y no dejes en ellos rastros de ti.
Iguales son este mundo y el otro,
contémplalos pero con visión madura;
El Mundo Creado y los mundos
Manifiestan Su Unidad.
Mira verdaderamente cara a cara,
No encontrarás nada que temer,
Pues todo está extinto desde ahora,
Salvo el Rostro Señorial.
Cuando conozcas nuestra experiencia,
Entonces, si quieres, prescinde de mí.
Pero no lo harás, por el Cielo, pues nadie,
Salvo su alma vana, podría olvidarme jamás.

Dios conoce mi estado.
Que Él me proteja por el resto
De mi vida, y proteja a todos mis hermanos
De las pruebas de corazón,
Que proteja a quien entra en mi casa,
A quien participa en nuestras sesiones,
A quien ve a uno de los que me han visto,
Si hubiera deseado verme.

Señor, haz de mi lengua el instrumento
De tus bendiciones sobre el Profeta
Hazme caminar por todas sus vías.
Si te obedezco, él me elogiará,
Si yerro, él intercederá.

He puesto mi firma
Al final de estos versos,
Pues así lo quisieron mis hermanos.
El linaje de mi cuerpo pertenece
A la tribu 'Alawi.
Mi línea de descendencia espiritual
Pasa por la amable presencia de Buzidi.
Ten Misericordi, señor, de ambos linajes,
Y tambien de mi posteridad.
En ambos, hasta el fin del mundo.

Sayj Ahmad Al-'Alawi

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