La copa

Dulce es la bebida del Pueblo. Describo su sabor,
pero no hablo de miel ni hablo de vino,
Sino de un Filtro Antiguo que mi poder no alcanza a describir,
Pues las palabras siempre le fallan al que describe la Belleza.
Su copa es como él, también puede beberse,
Se basta a sí misma, y no necesita nada más.
Me maravillo ante esta copa que por sí misma aplaca la sed,
Y ella misma hace la ronda, de amante en amante.
Entre sus cualidades está la de tener grabada en su borde una inscripción mágica:
Quien mira ese sello pierde toda fuerza.
Es maravilloso que no haya divulgado su secreto.
Otro que no fuera yo, después de beber de ella, no hubiera vuelto a ayunar ni a rezar.
Si el imäm viera la belleza de su luz
Se inclinaría hacia ella en vez de hacia La Meca.
Si los doctores, a media lección, sintieran su perfume
Dejarían de enseñar al instante sin demora.
Si el peregrino, corriendo entre Safä y Marwa,
Viera su explendor, se detendría y no iría
A dar la vuelta a la Antígua Morada, ni besaría la Piedra Negra.
Es más, al borde de esta copa pide ser besado
Allí donde cada cual ve, en su propio reflejo,
El objeto de su búsqueda. ¿Cómo se contendría
El que se creía vil y se ha visto colmado de honores?
De alborozo y alegría por fuerza debe romper todo lazo.
Éste es un vino antiguo, el que más raramente se bebe;
No incita al mal; no temas aturdirte
En él no hay calor ni frío,
No enturbia los espíritus, haciendo que vacilen.
Es sutil, elusivo, escapa a mis poderes para describirlo,
Pues las palabras siempre le fallan al que describe la Belleza.

Sayj Ahmad Al-Alawi

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