el flujo

Una vez escuché una entrevista a un reconocido viajero. Le preguntaban sobre cual de sus viajes le había impresionado más. Le mencionaron la estepa rusa, el lago Baikal, el Amazonas, el Sahara, el polo Sur... Tras una sentida pausa de reflexión confesó que el viaje más impresionante que había hecho nunca fué un trayecto muy corto. Exactamente el trayecto que iba de su cama al cuarto de baño cuando recobró la consciencia y se levantó después de una compleja operación. Sus palabras trasmitían una emocionada sinceridad. Afirmó que nunca antes se había dado cuenta de una manera tan potente de que estaba vivo. Así de sencillo. Contó los tremendos dolores que tenía por todo el cuerpo pero que a pesar de ello la alegría le desbordaba en lágrimas incontenibles. Estaba vivo. Podía moverse lenta y costosamente pero podía moverse. Ni las cataratas Victoria fueron rival suficiente para semejante aventura. Además remarcó el hecho como punto de inflexión y como aliciente para continuar viajando y disfrutar mucho más de cada paso. Incluso en la aventura cotidiana de ir a hacer la compra por ejemplo.

En nuestro viaje vital somos libres para poder gestionar nuestra atención, para darnos cuenta de la magia de la vida. Y la vida, siendo como es tan mágica, necesita de nuestra atención para que todo fluya. Cuando no sucede esto ella misma nos dice las cosas como son. Nos lo dice suave y cariñosamente pero si no nos enteramos eleva el tono hasta que nos queda bien claro. La vida habla. La meditación es una vía preciosa para ejercitar la escucha. Para percibir su flujo contínuo. Esa percepción es la más dulce de las caricias, la más delicada de las sensaciones. Ejercitarla es muy sencillo. Realmente es mucho más sencillo practicar meditación que no hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario